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Conocimiento, ética y profesión: fundamentos para una sociedad responsable

Desde hace más de una década, España. Junto a otras sociedades occidentales, vive una situación paradójica: mientras crece la complejidad técnica de nuestra sociedad, disminuye la autoridad social del conocimiento experto. Los colegios profesionales, históricamente garantes del rigor y la ética en el ejercicio de las profesiones, quedaron desdibujados tras la Ley Ómnibus de 2009. Aquella norma eliminó tarifas comunes y redujo competencias, con la intención de abrir el mercado. Pero desde entonces, seguimos sin una Ley de Colegios Profesionales que clarifique qué profesiones deben mantener la colegiación obligatoria como garantía de servicio y protección ciudadana.


Esta indefinición ha dejado a la sociedad sin una referencia clara en ámbitos sensibles como el químico, donde los productos que usamos cada día —detergentes, pinturas, adhesivos— no requieren la firma ni la supervisión de un químico titulado. ¿Sabe esto el ciudadano? ¿Puede una sociedad que aspira a ser sostenible permitirse prescindir del control técnico y ético en materias que afectan directamente a la salud y al medio ambiente?


Las respuestas parecen obvias, pero el debate se ha contaminado de discursos simplistas que confunden libertad de mercado con ausencia de control. A ello se suma un fenómeno más profundo: la banalización del conocimiento. Las redes sociales han acelerado una vulgarización del saber donde la opinión rápida y superficial sustituye al criterio formado. La erudición y el talento, antaño considerados referentes, son hoy objeto de sospecha o burla. Esta tendencia no solo erosiona el respeto por la ciencia, sino que debilita los cimientos de una sociedad crítica y libre.

Revalorizar la colegiación: un compromiso con la ética, la ciencia y la ciudadanía


Ante ello, los colegios profesionales tienen la responsabilidad de reivindicar su papel social. No se trata de defender privilegios corporativos, sino de ofrecer una estructura que garantice la competencia, la ética y la utilidad pública de los profesionales y el uso de sus conocimientos por la sociedad. En el caso del Colegio de Químicos, esto se traduce en acciones concretas: presencia en universidades para orientar a los nuevos titulados, programas de tutorización entre empresas y estudiantes, difusión de las virtudes de la profesión, apoyo a la creación y a los proyectos innovadores con base científica y sostenible y un catálogo de servicios que alcance a sus afiliados y que repercuta en una sociedad mejor.


La defensa del conocimiento experto no es una nostalgia del pasado, sino una necesidad urgente. Si renunciamos a la autoridad del saber, nos arriesgamos a entrar en una era de oscurantismo digital donde todo vale. La colegiación obligatoria no es un trámite burocrático: es una barrera
ética y técnica frente a la ignorancia. Recuperar su valor es defender la esencia misma del progreso.


Artículo escrito por Pedro Rodríguez Navarro, Decano del Colegio Oficial de Químicos de la Comunidad Valenciana


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